viernes, 13 de abril de 2018

Caminando... por América del sur y...

Ya somos una familia internacional o quizás globalizada. Es la tragedia o la ventura de los venezolanos de estos tiempos. 

La diáspora no es un tema solamente académico, que lo es y le hemos analizado, al menos a partir de los trabajos de otros investigadores. Es una realidad y muy dura, de muchos venezolanos  en estos tiempos. 
De la generación de mis hijos y sobrinos, nueve de diez están viviendo en el exterior. Algunos salieron hace ya más de una década y la última  lo hizo este pasado martes (10.04.2018) junto con su madre.

Los piececitos de la fotografía que acompañan este texto son los de esa pequeña quien, sin haber llegado a los tres años de edad, ya forma parte de la diáspora venezolana. Y hay que ser guerreras, su madre y ella,  para asumir ese reto de buscarse la vida en otro país y dejar atrás familia y quereres, sin saber cuándo se vuelven a recuperar. 

La sociedad venezolana fue receptora de emigrantes desde sus primeros tiempos de existencia como Estado independiente, en el siglo XIX,  hasta 1983, cuando el famoso viernes negro de Luis Herrera Campins. La cosa se incrementó con el control de cambio del 2002 de Chávez y se ha desatado con Maduro. Pasarán a la historia por haber podido detener este fenómeno social y no haber hecho nada,  que lo impidiera. Y quizás, con  alguno de los tres presidente, es posible que con el tiempo y la investigación se descubra que más bien lo  estimularon y fuese una “política” ex profeso. La historia los condenará, así ya no estén,  en este mundo, cuando ello ocurra.

De la generación de los nietos ya cuatro de seis tratan de hacer su vida en el exterior. Tres de ellos tomaron el camino de América Latina, hacia el sur. Dos están en Lima y ahora esta pequeñita que le espera Cuenca (Ecuador).  La cuarta estudia en Barcelona y le enseña inglés a dos pequeñitas. Todos trabajan, se ganan la vida y sueñan con mejores tiempos. Sueños que aquí ya no podían tener o estaban seguros de que si los tenían, no los iban a lograr.

Solo quiero desearles a todos, a los que se fueron y a los que aún permanecen en estas tierras, que trabajen fuerte  y traten de lograr sus metas de progreso y bienestar. No critico ni a los que se fueron ni a quienes se han quedado. Cada quien es libre de escoger su camino.  Hay sin embargo, una gran responsabilidad de la dirigencia política y social por auspiciar condiciones para que los miembros de una sociedad puedan vivir bien, con los suyos. Es decir, que la diáspora es un contrasentido en cualquier sociedad.

Mientras escribía este texto, que me sale de lo más profundo del corazón, sonó el teléfono. Un amigo llama desde Nueva York. Y es que son millones los venezolanos que andan en esto de la diáspora. “Todos estamos bien – me dice”. “Trabajando mucho y reinventándonos”.  Y concluye: “Pero nuestro corazón y nuestros pensamientos están allá, en Venezuela”. 

Antes de poner el punto final al texto, suena el whastsapp. Un nieto escribe desde Lima: “Me hacen mucha falta, pero se que pronto nos veremos…” Afortunadamente las redes sociales nos hacen más llevadero esto de la diáspora familiar. Así los caminos no son solo de ida sino también de vuelta, a pesar de ser estos últimos digitales. Caminos del sur de América Latina, de Norteamérica, de Europa y hasta de los Emiratos Arabes Unidos, desde donde también nos leen. Gracias a todos, esta semana llegamos a 300 mil visitas acumulados  en éste blog. Toda una proeza impensable para quien, solo una decena de lectores, es una multitud.     

Hace pocos días, en octubre de 2023, llegamos al millón de visitas a este blog. De verdad que estoy feliz. También escribí sobre esta circunstancia. Si desea leer el escrito del millón de visitas puede cliklear aquí.  Estaremos muy complacidos si nos leen por el millón de visitas acumuladas a este blog. Gracias, un millón de gracias.  

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